lunes, 17 de diciembre de 2012

EL EGO, MALA PALABRA

Muchas voces "iluminadas" abogan por la disolución absoluta del ego, me suena como estimular a vivir sin cuerpo. Una cosa es que el ego se subordine a ser guiado enriquecido transformado por algo mas vasto que el y otra cosa es pretender que este desaparezca completamente.

Mientras seamos humanos cuando el yo se transforma (destruye) se transforma en otro "yo" mas complejo pero sigue siendo la referencia y la distinción desde la cual nos vinculamos en ciertos planos, la sede donde se organiza la personalidad.
En muchos ritos iniciáticos se cambia el nombre de la persona y eso tiene un sentido pero no se la deja sin nombre se cambia por otro nombre.
En cierto nivel dimensional al otro hay que nombrarlo y en otro no.

Distinguir, eso evita la confusión de planos y estimula la comunicación entre ellos.

Al abrir nuestros registros a multidimensiones es claro que en algunas de estas dimensiones el yo desaparece, ahora eso no significa que tenga que desaparecer de todos los niveles. Eso es querer homogeneizar desde el registro de un nivel a todos los niveles. Cuestionamos al Yo ya que nos da una mirada fragmentaria y cerrada sobre si misma, justamente es lo mismo que hacemos desde un registro mas "elevado" al insitgar por la definitiva destrucción del ego y la soberanía absoluta del plano que esta registrando las limitaciones de la identidad. 

El yo es una función ni la primera ni la última ni la mejor ni la peor solo una función.

En la evolución de la humanidad la conciencia esta desafiada a pasar de una sobre-valoración del yo a una identidad de red Ese pasaje no requiere la eliminación del yo, así como el paso de la identidad por pertenencia a una identidad individual no necesito la desaparición de la familia. Pelear con el nivel en el que estamos acusándolo de ser el responsable del que no nos deja ir al otro es la excusa perfecta para quedarse en el nivel del que se dice que se quiere salir



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