Vivir en armonía es la base de la felicidad.
En los lugares en donde no hay armonía todos se sienten desdichados;
en cambio, en los que la hay, también existe la felicidad,
porque la armonía es expresión de amor.
Cuando se vive separados por recelos, rencores o enemistades,
la mente y el alma se llenan de pensamientos y sentimientos negativos
que forman, alrededor de las personas,
un "ambiente" sumamente desagradable que les impide
hasta disfrutar de sus propias cosas hermosas.
Ese "ambiente" hace que quienes
se acercan a esas personas o las visitan,
se sientan incómodos y deseosos de alejarse.
En cambio, cuando en un lugar existe armonía o cuando nos encontramos
entre personas que se aman y se comprenden, nuestra alma se siente feliz,
y el "ambiente" que reina en esos lugares y que rodea a las personas
que viven en armonía nos atrae, impulsándonos a acercarnos a ellas.
Por eso, para lograr una convivencia feliz, es imprescindible
ayudarse, comprenderse y tolerarse unos a otros y, además,
tener siempre pensamientos, deseos y acciones positivas para los demás.
Imaginemos qué maravillosa sería la vida en nuestro mundo si todos
los hombres se sintieran amigos y hermanos de los demás, procuraran
ayudarse y protegerse recíprocamente en toda circunstancia.
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