Vereditas del Nacional,
desparejas y especiales.
Perfumadas por los tilos,
recorridas por colegiales.
Polleritas tableadas,
risas a raudales,
los primeros secretos,
despertares sensoriales.
Qué lindo fue aquel tiempo,
de magia insuperable.
Cuántos sueños y deseos,
en charlas interminables.
Casitas de San Isidro,
testigos insobornables
de una adolescencia ingenua
y de un mar de soledades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario