Ya lo decía Pitágoras en el año 582 – 507 A.C.
“No gastes más tiempo en la preparación de alimentos, que el que necesitas para consumirlos”
Si observásemos con un microscopio, veríamos que el cuerpo etéreo de una célula viva centellea con la luz solar. Las células muertas no polarizan la luz y el calor desplegado se extingue. Los minerales del alimento vivo actúan como imanes, recogiendo la energía solar, llenando con ella nuestros cuerpos.
De manera más práctica lo veremos si tomamos una foto kirlian (fotografía que capta la energía vital) de un alimento vivo, en ella observaremos un gran aura de energía a su alrededor, no siendo así en un alimento cocido.
Los alimentos vivos hacen posible que el cuerpo se cargue con una cantidad enorme de energía que le permite la obtención de una potencia óptima en las facultades mentales, físicas y espirituales.
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