viernes, 23 de noviembre de 2012

LAS PLANTAS SE PARECEN A LAS ALMAS



Fíjate bien, ¡y verás cómo las plantas se parecen a las almas!
Hay arbustos fuertes, erguidos, desafiantes… pero ante los días de lluvia, de fuertes ciclones, de tormenta, caen despedazados, inertes, incapaces de retoñar jamás.
Los hay menos corpulentos, menos ostentosos, menos llamativos, pero que parecen hechos de una sola pieza… raíz desde lo profundo hasta la copa. Afrontan la tormenta, se tambalean, se desgajan y pierden hojas, pero permanecen en pie, esperando mejor tiempo para reconstruirse. 
¡Y SI SE PARTEN, POR ESA MISMA HERIDA EMPIEZAN A FLORECER CUANDO LLEGA LA PRIMAVERA! 
Los hay siempre enredados en otros, acaparando, ahogando, absorbiendo la savia que circula y los jugos que los nutren. Y suben, cada vez más alto, pero siempre trepados, enredados.
Y los hay libres, escogidos, que necesitan estar solos con su tierra, su humedad, los rayos dorados del sol. ¡Eso les basta!
Unos que se inclinan al paso de cualquiera, perfuman siempre y tal parece que viven arrullando. Otros, en cambio, son tan ásperos, tan duros, tan punzantes, que acercarse es un peligro… y si lo haces sin pensar, pronto habrá que lanzar un quejido desgarrador.
Los hay con bellos frutos, pero necesitan abono, rayos tibios, su propia tierra, agua refrescante y cristalina. Si los trasplantan, mueren… y cando no mueren, languidecen.
Otros casi no necesitan nada para dar muestras de su presencia… y al huequito de sol que les sale al paso dirigen su gajos y se asoman al mundo. Causa admiración que casi sin cuidado, sin esmero de nadie, presenten una fronda tan viva y tan hermosa.
Los he visto que se ocultan, se cierran de noche, se refugian en cualquier cosa que los ampare. Son suaves, aterciopelados… como los sueños. A ellos llegan las abejas, las mariposas, ¡todo el que está ávido de calor, paz y dulzura!
Cuando se cuajan de frutos, algunos los bajan, para que los disfrute todo el mundo; otros los suben, los rodean de tanto follaje que acaban por pudrirse solos… acaso con unos picotazos de pájaros que luego los desprecian.
¡Es la viña del Señor! Son las almas de los hombres. Alcanza para nutrirnos a todos… Y para todos hay en este vasto campo una rosa de felicidad. ¿Por qué no sabemos encontrarla?


UNA BENDICIÓN PARA TI

Que la nutrición de la tierra sea tuya.
Que la claridad de la luz sea tuya.
Que el fluir del océano sea tuyo.
Que la protección de los ancestros sea tuya.
Y entonces que un viento suave,
haga de estas palabras de amor,
un manto invisible a tu alrededor
que guíe tu vida.


John O'Donohue 


sábado, 17 de noviembre de 2012

ASTROLOGÍA PARA LA VIDA DIARIA

Casarse

Más que cualquier otro suceso, una solicitud para elegir la fecha de una boda insta al astrólogo a hojear con frenesí las efemérides en búsqueda del día perfecto y luego a elevar los brazos al cielo con desesperación. Dadas las estadísticas de los matrimonios, no le sorprenderá oír que los días ideales son difíciles de detectar, y que incluso los astrólogos se divorcian.

No obstante, ciertos eventos celestiales mejoran sus posibilidades de durar más allá del aniversario de papel. Uno de los más esperanzadores es el tránsito de Júpiter por la séptima casa del matrimonio. El problema es que Júpiter sólo retorna a la séptima casa cada doce años, y tal vez no quiera esperar tanto.

Algunas influencias astrológicas, por el contrario, ocurren con bastante frecuencia y vale la pena esperarlas. Esto es lo que debe buscar cuando decida el día:

Asegúrese de que Venus, el planeta del amor, esté directo. Si está retrógrado, posponga su boda por unas semanas. 

Elija un día en el cual Mercurio esté directo, no retrógrado. Con Mercurio retrógrado probablemente surjan malos entendidos y problemas de comunicación, bien sea en forma inmediata o por el camino. Además, nunca es una buena idea firmar un contrato cuando Mercurio está retrógrado. El matrimonio, además de otras cosas, es también un contrato legal y usted tendrá que firmar en la línea punteada.
Elija la posición de la Luna con cuidado. Una Luna nueva, con el Sol y la Luna en conjunción, son señales clásicas de un nuevo comienzo. La mejor Luna posible para una boda es una Luna nueva en su signo (o el de su pareja), en su séptima casa del matrimonio o en Libra.
Si una Luna nueva no es posible por cualquier razón, al menos cásese cuando la Luna está creciente, esto es entre nueva y llena, y se vuelve más grande y luminosa cada noche. La Luna menguante ha pasado su pico de luminosidad y ahora tiene una tendencia hacia la baja, volviéndose más pequeña a cada momento. ¿Quién necesita ese simbolismo?
Busque un ángulo favorable entre el Sol y la Luna. Un sextil (60 grados) o un trígono (120 grados) crean armonía. Una cuadratura de 90 grados o una oposición de 180 grados generan tensión y conflicto.
Busque los trígonos y los sextiles que involucren a la Luna, Venus y Júpiter; cuantos más haya, mejor.
Asegúrese de que la Luna no esté vacía y de que su horario tenga tiempo de sobra, sólo en caso de que la dama de honor llegue tarde.

Recuerde: 

La Luna está vacía cuando ha hecho su mayor y último aspecto en un signo pero todavía no ha entrado al siguiente. El período de vacio siempre ocurre al final del viaje de la Luna por un signo. Para evitar que la Luna esté vacía, programe un evento poco después de que la Luna entre a un nuevo signo.